La nueva derecha

Cien días después de iniciada la lucha contra la COVID-19, la conclusión es que la vida no volverá a ser igual. “La nueva normalidad” será el cliché de la época a medida que encontramos cómo vivir y funcionar en sociedad evitando nuevos brotes. Es una reconstrucción de muchas cosas. Junto a las medidas de higiene deberían estar los principios de nuestras acciones políticas.
Es una revisión que gente de derecha y de izquierda debe hacer por igual. A los inmensos fracasos de Hugo Chávez y Nicolás Maduro en Venezuela, y Daniel Ortega en Nicaragua podríamos sumar la controversial presidencia de Abdalá Bucaram en Ecuador o la pauperización económica en Argentina con Mauricio Macri.
Reconociendo los errores en otros escenarios y dejando a un lado los egos políticos podríamos pasar a discusiones que nos lleven al bien común. Discusiones donde se reajusten los valores de la familia, de la economia, de las instituciones y del funcionamiento del estado.
A diferencia de muchos de mi generación, soy un político de derecha, pero como muchos, dediqué tiempo a evaluar y conocer mis convicciones. Me considero afín a los principios de la Nueva Derecha, una tendencia creada en Francia durante la década de los 70, en un contexto de disputa ideológica, y transformación económica.
Para la Nueva Derecha debe haber un fortalecimiento de las identidades locales, que se considera una ventaja crucial en esta época de globalización cultural, así como un rechazo a la inmigración. Esta tendencia también promueve una democracia local y orgánica, y un reconocimiento y respeto del rol en la sociedad de cada persona. Los autores de esta tendencia evitan caer en sesgos totalitarios, y denuncian los dogmatismos liberales y marxistas, así como los de la extrema derecha. Intentando aterrizar este estilo de ideas reconozco que llevamos tiempo ignorando nuestra riqueza en términos de biodiversidad, etnias y manifestaciones culturales.
Estamos a tiempo de apostar desde Cali, el Valle y Colombia, a una revolución del agro, amparada en un fortalecimiento tecnológico del sector. Los integrantes de las cadenas de producción podrían agregar valor diferencial a sus cosechas a través de una narrativa, de un sabor, de una sensación. Así es que el resto del mundo paga más por la maracuyá o por el aguacate, así como por el café de Colombia.
Entiendo que estamos cansados de hablar de la COVID 19, que los negocios se están quebrando, que los protocolos no están beneficiando a muchos pequeños negocios. Revisemos nuestras convicciones y principios hoy más que nunca para llenar el espacio vacío que ha dejado el gobierno respecto a los lineamientos de recuperación económica a nivel local.
Colombia ha sido manejada por figuras de derecha históricamente. Así se ha mantenido como una democracia fuerte y como una economía estable. Pero todo gobierno se corrompe por falta de principios y de control político, nuestra mayor fragilidad en Colombia. Debemos entender que el control político, a cargo del Congreso, las Asambleas y las corporaciones administrativas como el Concejo Municipal, es el escenario para mostrar lo que se está haciendo bien, y para corregir lo que haya que corregir.

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